MOBBING

    Una palabra de moda. Si aplica a comportamientos en los colegios lo llamamos bullying. En ambos casos se trata de declarar paria a una víctima, que normalmente será acosada con impunidad bajo la cobertura de la cobardía de quienes ven la situación pero miran a otro lado.

    Lo primero que nos viene a la cabeza es el acoso al que someten compañeros a otros compañeros, “malditos” por este procedimiento. Entre adultos y en medios laborales serán aquellos profesionales que despierten las envidias por mayor competencia, juventud de los recién llegados (que, normalmente, vendrá aderezada con más recientes y actualizados conocimientos… e, incluso probablemente, más amplios), mayor atractivo personal/profesional… los que destacan. No se hacen distingos, tanto se puede atacar a compañeros como compañeras, o a quienes tengan cualquier orientación sexual, y este último es un motivo más para atacarles.

    En el “cole” los “malditos” son los gordos (palabra maldita en sí misma), los altos, los flacos, los solitarios, … los que destacan también, o los diferentes, pero habitualmente más enfocado a lo físico, lo más inmediato y visible y al más débil, eso siempre. Y, cómo no, tanto a ellos como ellas.

    Podemos decir que conforme se avanza en edad, supuestamente en maduración, las estrategias de acoso se van refinando y enfocando a salvar a quien las aplica de lo que sí que puede dañarle, lo que le puede hacer peligrar en su puesto, tan duramente conseguido, ganado. Aquí se trata de debilitar, de desacreditar.

    El ataque al débil, que finalmente es en lo que consiste el mobbing en cualquiera de sus facetas, no sólo se produce contra los iguales. En el cole no es raro que los mayores busquen cebarse contra los pequeños, que son objetivos más fáciles.

    En la vida laboral ocurre otro tanto, imaginemos qué sentirá un/a jefe/a añoso/a, que siente que su puesto peligra con el/la nuevo/a empleado/a que podría destronarle si sus habilidades pudieran trascender a instancias superiores. No puede “quitárselo de encima” (de debajo, en realidad) porque no tiene ningún argumento sólido real contra el/la joven para despedirlo/a. En muchos casos la única estrategia que le queda es el mobbing, hacerle “luz de gas” ante los iguales y la superioridad: siempre que sea posible se llevará las culpas de todo lo que vaya mal… incluso si se puede hacer a propósito que algo vaya mal, o lo parezca, y no salpique...

    También existe el mobbing inverso, son las personas con menor rango quienes “atacan” al de mayor. Un superior considerado débil se trata de “destronar”, por ambición, miedo o lo que sea. Un caso claro es cuando es urgente “abandonar el barco para no morir con él”. Pensemos en la que fue recientemente primera ministra británica: quienes eran, en su momento, sus iguales la auparon al máximo poder del país (aparte de la casa real) y permitieron que aplicase políticas que resultaron nefastas. Eran perfectos conocedores de los objetivos de la que fue gobernante, incluso compartían su discurso, pero cuando se ha demostrado que eran fatales para el país han abominado de las políticas… y la persona ha sido señalada como única culpable.

    En los inicios es muy difícil darnos cuenta de que se nos está sometiendo a mobbing. Conforme la cosa va avanzando y va llegando a mayores, se nos va tragando, nos anula, deprime, avasalla, … nos anula y busca nuestra destrucción.

    Los efectos sobre las víctimas pueden llegar a ser devastadores: autoestima minada o, incluso, arruinada, aislamiento social, depresión. Existe un elevado riesgo de suicidio que hay que atajar de inmediato. El sentimiento de estar maldito al ver que nadie es capaz de prestarte auxilio e incluso de mirarte a la cara es, en sí mismo, abrumador.

   Es importante darnos cuenta de estas situaciones pronto para poder ponerles remedio cuanto antes, conocer estrategias de afrontamiento y pedir ayuda. Si avanza demasiado nos puede parecer ya imposible: se convierte un monstruo que parece que no podemos afrontar.

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