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Mostrando entradas de septiembre, 2022
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   SOBRE LA TRIBULACIÓN Y LAS MUDANZAS.       Un día mi padre se quedó mirando al cielo y me dijo: “hay mudanza”. Yo era un chiquillo y no entendí nada, él me lo explicó: “Cuando veas el cielo así, con nubes finas y como de hilachos quiere decir que la atmósfera nos avisa de que va a cambiar el tiempo. Si está haciendo bueno se cambiará a malo y viceversa”.      Ayer me encontré el cielo de la imagen de arriba, recordé lo de mi padre y las mudanzas y lo asocié con aquella frase que propone evitar las mudanzas en tiempos de desolación y el significado pagano que se le ha atribuido cambiando desolación por tribulación. La palabra desolación viene del latín y significa "privar de todo consuelo, causar aflicción extrema".      A nivel social estamos en tiempos agitados y vemos los indicios de que aún lo serán más, yo no puedo dejar de preguntarme si no será porque se han empleado estrategias equivocadas para llegar hasta aquí. Si no será, precisamente, el momento de ir bu
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  DESPACITO Y BUENA LETRA Hablaba con mi compañero de la vieja técnica de la psicología en los departamentos de recursos humanos de dar a cada persona tareas que cumplan la regla del “círculo inscrito”. Si las capacidades de una persona se pueden simbolizar como la superficie de un círculo, las tareas que se le adjudiquen deberían suponer la superficie del cuadrado en el que aquel círculo queda inscrito. Esto es una metáfora, claro, pero describe bien la realidad: para fomentar el crecimiento como profesional de alguien deberá tener tareas que superen ligeramente sus desarrollos actuales. Así se fomenta el interés por ese tan deseado crecimiento como profesional. Todo va bien mientras la diferencia de estas dos superficies no resulte abrumadora. Y mientras la persona tenga el interés necesario para que este crecimiento ocurra. Como decía Antonio Machado: “Despacito y buena letra…” Conviene plantearse objetivos realistas, alcanzables, que supongan un esfuerzo afrontable y cuyo alc
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¿El buey solo bien se lame?      Cuántas veces oímos aquello de que “yo no necesito ayuda, puedo resolver este problema por mi cuenta”. En ocasiones llevado al extremo negando, incluso, la existencia misma de este problema.      O “no me fio de los/as loqueros/as” o “son sólo unos/as comecocos”. Hay quien se nos imagina con un gran cucharón dándole vueltas a un caldero humeante.      Estos argumentos nos resultan un poco hirientes, somos profesionales con una larga formación, comúnmente aderezada por decenas de cursos, talleres, terapia personal, …      Podemos y sabemos justificarlos como una resistencia ante el esfuerzo que puede suponer abrirse a una terapia psicológica del tipo que sea. Y es lógico por dos razones: 1.   Una terapia consiste en “desnudarse”, quitarse todos los disimulos, subterfugios, maquillajes, todos los métodos de esconder (se) la realidad. 2.    Cuanto más viejo es un árbol torcido más difícil resulta enderezarlo. Afortunadamente, y a diferencia de lo